No culpes a nadie, nunca te quejes de nada ni de nadie
porque fundamentalmente Tú has hecho tu vida.
Acepta la responsabilidad de
edificarte a ti mismo y el valor de acusarte en el fracaso para volver a
empezar, corrigiéndote. El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas
del error.
Nunca te quejes del ambiente o de los que te rodean, hay quienes
en tu mismo ambiente supieron vencer, las circunstancias son buenas o
malas según la voluntad o fortaleza de tu corazón.
No te quejes de tu
pobreza, de tu soledad o de tu suerte, enfrenta con valor y acepta que de una
u otra manera son el resultado de tus actos y la prueba que has de
ganar.
No te amargues con tu propio fracaso ni se lo cargues a otro,
acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño, recuerda que
cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible
para claudicar.
Deja ya de engañarte, eres la causa de ti mismo, de tu
necesidad, de tu fracaso. Si Tú has sido el ignorante, el irresponsable,
Tú únicamente Tú, nadie pudo haberlo sido por ti.
No olvides que la causa
de tu presente es tu pasado, como la causa de tu futuro es tu
presente.
Aprende de los fuertes, de los audaces, imita a los valientes, a
los enérgicos, a los vencedores, a quienes no aceptan situaciones, a
quienes vencieron a pesar de todo.
Piensa menos en tus problemas y más
en tu trabajo, ya que tus problemas sin alimento morirán.
Aprende a nacer del dolor
y a ser más grande, que es el más grande de los obstáculos. Mírate en
el espejo de ti mismo.
Comienza a ser sincero contigo mismo, reconociéndote
por tu valor, por tu voluntad y por tu debilidad para
justificarte.
Recuerda que dentro de ti hay una fuerza que todo puede
hacerlo, reconociéndote a ti mismo, mas libre y fuerte, y dejaras de ser
un títere de las circunstancias, porque Tu mismo eres el destino y
nadie puede sustituirte en la construcción de tu destino.
Levántate y mira
por las montañas y respira la luz del amanecer.
Tu eres parte de la fuerza de
la vida.
Nunca pienses en la suerte, porque la suerte es el pretexto de
los fracasados.
Amado Nervo